divendres, 3 d’agost del 2012

Think tanks y comunicación


La dimensión comunicativa ha acentuado la extensión de la tipología de los advocacy tanks. En esta coyuntura, el crecimiento  y expansión de las instituciones mediáticas, de internet y de una calidoscópica mixtura de nuevas tecnologías en relación con los laboratorios de ideas ha significado un cambio muy profundo en el seno de estas organizaciones. Sin la comunicación ―es decir, la colocación de sus pensamientos en el mercado de las ideas― los think tanks pierden su sentido original.

En el 1972, el periodista norteamericano Theodore White ya describía el poder de la comunicación de masas como fijadora de la agenda de la atención pública como “una autoridad que en otras naciones está reservada a los tiranos, sacerdotes, partidos y mandarines”.[1] Actualmente, los think tanks luchan para poseer está autoridad mediante mecanismos de distinto índole.



Stefancic y Delgado  identificaron los cinco factores del éxito de la contra-revolución neoconservadora.

En primer lugar, la concentración en un mínimo número de ideas centrales, y la progresión sistemática de una a otra, sólo después de haber alcanzado los objetivos definidos para cada una.

En segundo lugar, la planificación estratégica de los temas abordados. La coherencia ideológica de las temáticas elegidas era potente y las pequeñas victorias iniciales ampliaron progresivamente el espectro de las posibles oposiciones.

En tercer lugar, los pensadores-activistas conservadores accedieron a una financiación más importante, aunque también es cierto que fueron más hábiles para recaudar fondos.

En cuarto lugar, la utilización de los medios de comunicación social también fue muy eficaz.

En quinto lugar, hicieron un mejor uso de las mentes, de la autoridad y de la experiencia, en particular ayudando a las personas de principio a fin. Así, por ejemplo, ayudaron a estudiantes partidarios de su ideología desde la universidad hasta su acceso a puestos de responsabilidad. La Heritage Foundation ofrece cada año un centenar de estadas.

Finalmente, como nos recuerdan Boucher y Royo, deberíamos añadir otro factor trascendental: si no es fácil introducir nuevas ideas en el debate político, parece a veces más fácil promover ideas aparentemente “nuevas” que otras más convencionales. Esta facilidad no depende de su conformidad con una visión ampliamente compartida del interés general, sino más bien de su carácter desfasado, que es lo que les asegura un determinado público.

No hay que ser ningún experto para saber que la estrategia que acabamos de exponer es una estrategia de comunicación. No sirve de nada tener ideas si no se saben comunicar o, en términos del marketing (de las ideas), “vender”.


Hay que vender ideas

Los think tanks son organizaciones de carácter eminentemente político y su principal objetivo es mejorar el proceso y contenido de las políticas públicas. Su trabajo se dirige a estudiar los problemas sociales para proponer soluciones políticas. Su materia prima es el análisis de las situaciones existentes y en el asesoramiento a cualquier persona —física y jurídica— u organismo público mediante la producción de una numerosa documentación plasmada en informes, expedientes y libros. Tienen un interés especial en comunicar el resultado de sus trabajos a todos aquellos individuos que están involucrados y participan en la elaboración de las políticas públicas.

El perfil ofrecido hasta el momento ha sido recogido por la mayor parte de los especialistas en el tema; pero es escasa la doctrina que destaca cuatro factores que consideramos fundamentales.

En primer lugar, los think tanks adoptan, por regla general, la forma jurídica de la fundación y, viceversa, muchas fundaciones han acabado por actuar como think tanks. Esta característica acentúa el uso de las relaciones públicas no lucrativas, en especial la captación de fondos (fundraising).



En segundo lugar, las ideas generadas por los think tanks tienen metas comunicativas que se articulan a través de unas relaciones públicas al servicio de una estrategia de marketing (marketing public relations), donde el producto son las ideas. En otras palabras, la actividad primordial de estas organizaciones es la comercialización de las ideas, y las herramientas competentes son las técnicas de las relaciones públicas, sin despreciar, como señalaremos, el uso de las relaciones públicas desde una perspectiva estructural y estratégica, alejada de la mera comercialización.

En tercer lugar, algún autor, como Stone, confunde el “producto” de los think tanks con su objeto o actividad. Una cosa es la investigación como actividad primera de estas organizaciones y otra el “producto” que comercializan. En este punto aparece la dicotomía entre ideas e ideología. La separación también es belicosa y dependerá de la cultura corporativa de cada think tank. Los de marcada dependencia ideológica, conocidos como ideological tank, son abiertamente productores de ideología. Aquellos con un objeto de análisis monotemático, también denominados specialist tank, están más lejos de una ideología globalizadora y producen informaciones sobre temas públicos como el medio ambiente, la situación de las minorías étnicas, la energía, los recursos naturales o el terrorismo. Recientemente han aparecido, también en EE.UU., los state tank, más preocupados por cuestiones de los estados federados o de un determinado condado, en lugar de por problemas de ámbito nacional.

Esta diversidad de objetos de análisis impide proporcionar un desenlace unívoco a la cuestión formulada. Interrogarse sobre si los think tanks producen ideas o ideologías es un debate que nace herido de muerte; y no sólo porque la respuesta puede ser distinta según el think tank observado, o porqué es ya de por sí espinoso distinguir cuando nos encontramos ante una idea y cuando ante una ideología —si es que es posible distinguir ambos términos—, sino por el hecho de que por encima de ambos conceptos se impone a marchas forzadas el de interés. Interés que, dada su función de prestación de servicios que lo caracteriza, abarca tanto al instituto de investigación como al cliente que lo contrata. Desde este punto de vista, que los diferencia de las estrictas organizaciones sin ánimo de lucro, es significativo que los productos de los think tanks no siempre están destinados a figurar en la agenda pública. En ocasiones, sus informes son “commercial in confidence”, cuyo destino se limita al uso interno y confidencial del cliente. Aún así, ello no excluye que la agenda de investigación de algunos think tanks esté determinada exclusivamente por el comité de investigación, sin posibilidad alguna de intervención o condicionante por parte de los intereses privados.

Finalmente, en cuarto lugar, la aparición e impulso de los advocacy tanks está dejando sin vigencia la distinción entre think tanks y grupos de influencia, desde el momento en que su actividad está dirigida a satisfacer los intereses de sus patrocinadores.


[1] White, T. (1972). The making of a President. Nueva York: Bantam, pág. 327. 

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